Poemas de Pizarnik: Intensidad Fragmentaria
Explora una constelación de poemas que revelan la voz de Pizarnik en su intensidad fragmentaria. Estos textos abordan la pérdida, la infancia y el deseo, ofreciendo imágenes impactantes y silencios profundos que invitan a la reflexión.
POESÍA Y NARRATIVA NOVIEMBRE 2025NOVIEMBRE 2025
Revista Cinco sv
11/15/20252 min read


Noviembre reúne poemas que rompen el mandato del silencio y lo convierten en materia de escucha y reparación. Esta selección de mujeres latinoamericanas celebra la decisión de nombrar: cuerpos que reclaman memoria, voces que transforman el duelo en lenguaje, versos que contestan la borradura impuesta por la violencia y el patriarcado. Aquí la poesía no es mero testimonio; es una práctica política y de cuidado: arriesga la forma, reivindica la intimidad, desobedece el olvido.
Lea en voz alta, comparta en comunidad, deje que el tiempo entre los poemas no sea vacío sino un espacio de pregunta y trabajo colectivo. No presentamos una lista cerrada sino una constelación: trayectos de lenguaje que insisten en hablar y en convocar. Que estas voces —en su urgencia, en su ternura, en su rabia— conmuevan las maneras en que nos nombramos y nos sostenemos.
Poemas de Pizarnik: Intensidad Fragmentaria
Antes de ser Pizarnik, fueron Pozharnik. Antes de ser poeta, fue hija de inmigrantes rusos que perdieron su apellido al llegar a Argentina. Flora Alejandra nació en Avellaneda el 29 de abril de 1936, en una lengua que no era del todo suya, en un país que no terminaba de nombrarla. Desde entonces, escribir fue su forma de buscarse, de desobedecer, de no callar.
Estudió en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda, se recibió en 1953, y un año después ingresó a Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Allí comenzó a pintar con Batlle Planas, a escribir críticas en periódicos, a explorar el lenguaje como fractura. En 1955 publicó La tierra más ajena, su primer libro de poemas. Tenía 19 años.
En 1960 se fue a París. Tradujo a Artaud, Michaux, Césaire, Bonnefoy. Estudió en la Sorbona. Escribió para revistas, trabajó en editoriales, conoció a Octavio Paz, Julio Cortázar, Ivonne Bordelois. Vivió en francés, pero escribió en español. Volvió a Buenos Aires en 1964, publicó siete libros más, se hizo amiga de Silvina Ocampo, recibió la beca Fulbright. Siguió escribiendo. Siguió preguntando.
El 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, Alejandra Pizarnik murió tras ingerir 50 pastillas de Seconal. Pero su obra no se clausura en ese gesto. Su poesía sigue interrogando el silencio, la infancia, el cuerpo, el deseo, la muerte. Sigue ardiendo.
Porque como ella escribió:
"Y la palabra fue ausencia. Y la ausencia fue yo."
DÍAS CONTRA EL ENSUEÑO
No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva
sin encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin caos
portátiles vocablos.
La última inocencia
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
El miedo
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labio muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
