Guión de Clase: Ensayo Educativo de Fernando Recinos

Explora 'Guión de Clase' de Fernando Recinos, un ensayo que conecta el aula con la vida real. Reflexiona sobre la enseñanza, los desafíos del docente y el espacio educativo como un lugar de transformación y memoria.

SEPTIEMBRE 2025ARTÍCULOS Y EDITORIALES

Fernando Recinos

9/29/20255 min read

GUIÓN DE CLASE
Fernando Recinos

A continuación, un ejemplo: en una clase el profesor no encuentra las palabras adecuadas para describir el problema de cómo cree que el negocio de la seguridad funciona en el país. No las encuentra, piensa, porque él lo ha entendido de una manera tan sencilla: puede anotarlo en su libreta de apuntes con dos frases, incluso una, y comprenderlo a la maravilla, pero a la hora de ponerlo en lenguaje de estudiante no sabe.

Cree que estas dos líneas no son suficientes porque años de educación le han enseñado que generalmente el que está parado, dando la cara, tiene que poder traducir las ideas que están respaldadas por esos mismos años que le dan el bagaje necesario para comprender en un lenguaje más sencillo.

Esta tarea sobrecarga al profesor en cuestión porque pasa horas tratando de hacer esquemas para poder ayudar a sus alumnos que probablemente aún no quiere, pero que estima porque son parte de lo que hace, o simplemente, y con el tiempo, pierde el interés en lograrlo y piensa que los estudiantes que quieren, lo logran por ellos mismos y que bien puede anotar la frase en el pizarrón o puede irse por las ramas y entrar en temáticas no sensibles, un poco más comprensibles.

Atrás de todo esto hay algo que puede no haberse considerado en la mente de ninguno de los dos (estudiantes y el profesor mismo): el profesor realmente no comprende aquello de lo que nos habla.

Atrás de todos sus análisis, del tiempo que desgraciadamente utiliza para tratar de traducir, traducir y traducir lo que él entiende a un lenguaje más sencillo se encuentra una carencia mayor. El profesor no logra entender aquello de lo que está hablando.

Llegar a ser profesor no suena tan fácil como parece. Este que tenemos aquí es un profesor que se graduó cierto día del bachillerato, tras años de estudiar un currículo que probablemente no le sirvió para poder diferenciar de entre las opciones posibles cuál es la que prefiere para continuar la universidad.

No sabe con certeza si decirle continuación o nuevo inicio a la universidad. Después de un poco de reflexión decide que lo suyo no es continuar esta misma dinámica a la que se enfrenta: siente que un futuro, un alumno como él, en ese preciso momento de su vida, a punto de escoger qué va a estudiar, puede tener un conjunto de opciones más variado, no sólo por el aumento de ofertas académicas, sino por la formación que no ha tenido y que debió haber tenido en áreas que no le importan a una dinámica que lo rebasa.

Un estudiante común y corriente en este punto de su vida sabe un par de cosas. Pero el estudiante en cuestión, el profesor en cuestión no busca sólo eso, sino que quiere algo más que lo habilite para decir que no siguió los caminos que estaban puestos, se graduó, empezó a ejercer y tal vez tenga un hijo, dos, tres, a los que les llegará el día de entrar al sistema educativo en el que él no sintió lo que quiso haber sentido.

Puede que el profesor en potencia no piense todo esto, puede incluso que considere ser profesor antes de considerar todo esto. Lo importante es que en esta área resuena la posibilidad de hacer algo diferente.

El estudiante pasa 12 años, un poco más si asiste al kínder o si reprueba, seis o más horas al día, cinco días a la semana la mayor parte del año educándose, lo suficiente como para decir que es uno –si no el mayor– de los lugares donde más ocupa su tiempo.

Lo común en todo ese tiempo es el profesor. El profesor está ahí, en cada momento, el profesor podría, además de enseñar lo que le corresponde, pensar en que tal vez, uno de los que se encuentra ahí en su salón, escuchando la clase, quiere estar en su lugar en el futuro.

Puede decirles –o insinuarles con cierta elegancia– que empiecen a reconsiderar lo que se da por sentado: en el futuro ellos podrían tener que pensar al revés, pasar de ser quien escucha a ser quien habla en esos salones de clase.

El profesor del ejemplo juega un papel importante aquí: él es el profesor que puede ser el profesor que nunca tuvo.

Sin embargo, es obvio que el profesor no puede dedicarse (por lo menos dentro de los límites que estamos acostumbrados a ver) a educar cada uno de los grados que componen la formación pre-universitaria y la universidad: el maestro no es omnipresente.

Nada de lo anterior importa porque la verdad que se esconde detrás de todo esto es sencilla. Entre el profesor y el alumno hay un espacio enorme.

Llega un día en el que mientras el profesor se toma un café, después de despertar, se da cuenta de otra verdad. Lo que se dice en la clase se puede olvidar fácilmente porque lo que él entiende por realidad es cada vez más enorme, cada vez se aleja más de lo que los alumnos entienden.

En los silencios del profesor a la hora de hablar de lo que está allá afuera se puede alcanzar a ver cierta impotencia típica de la profesión. Me atrevo a decir que este es el punto crítico de su vida.

Ni hablar de la vida de todos los que están fuera de este texto: la mayoría han pasado por aunque sea una de las etapas del aprendizaje académico, hay otros que se quedan para siempre o que se desvían hacia otras áreas del conocimiento donde la visión del mundo se hace un mayor, ahí donde las investigaciones publicadas, comentadas y estos comentarios comentados le quitan el sueño a un grupo pequeño de personas, investigadores, que se dedican a construir conocimiento que puede servir o no a otras investigaciones del mismo tipo que tal vez estén encaminadas, en un grado aceptable, a influir en el día a día de todos los que están fuera de este círculo.

Existen ciertos lugares del mundo donde esa labor circular puede darse sin causar mayor problema, donde el profesor está ubicado en una posición privilegiada de una disciplina específica y sus alumnos saben y esperan obtener algo en específico del bagaje que el profesor ha recogido en todo ese tiempo.

Pero aquí, donde el profesor sabe que no existe tal lugar, anhela de alguna forma, ser tratado con los privilegios de sus iguales.

Es aquí cuando el profesor se encuentra con compañero del bachillerato que le comenta más o menos su vida, como quien le pregunta a alguien que no ve hace tiempo cómo le va en el trabajo.

El compañero no termina de contar las experiencias que lo han hecho ser el profesional que es, gracias más que todo a lo que ha aprendido después de la universidad, inmerso en la misma dinámica que el profesor trató de combatir desde un inicio.

Es en este momento cuando el profesor tiene que decir que no ha sido suficiente y que tanto él como sus colegas privilegiados están haciendo algo mal: el aula no es una realidad aparte, sigue siendo la misma realidad de la que hay que dar cuenta y de la que hemos perdido propiedad para enseñar.

[1] Tiene una idea más o menos vaga de cómo está la realidad a la que tiene que hacerle cara. Sabe más o menos bien qué es lo que le gusta hacer y cuando mira las opciones que tiene empieza a pensar cuál de todas es la que le permite seguir haciendo eso que le gusta hacer o que en un futuro, y después de esforzarse unos cuantos años, podrá seguir haciendo.

[2]Punto difícil de precisar concienzudamente, pero que en la mayoría de los casos está ya establecido.