Los relatos del bollo: microcuentos de terror psicológico y drama fantástico sobre bordado, memoria y herencia.
En Los relatos del bollo, Alejandra Valle (1997), licenciada en Administración Escolar y docente de lengua y literatura, presenta cuatro microcuentos que transitan entre el terror psicológico y el drama fantástico, siempre atravesados por la metáfora del bordado como acto de riesgo, memoria y continuidad. La aguja, protagonista silenciosa, se convierte en amenaza mortal en escenas de suspenso íntimo, pero también en símbolo de afecto y legado cuando el tejido devuelve la respiración de los ausentes o prolonga el cuidado de una abuela más allá de la muerte. Con un estilo que oscila entre lo cotidiano y lo sobrenatural, Valle borda con palabras la fragilidad del cuerpo y la persistencia de los vínculos, mostrando cómo cada puntada desafía el silencio y convierte la pérdida en un tejido compartido.
POESÍA Y NARRATIVA NOVIEMBRE 2025NOVIEMBRE 2025
Revista Cinco SV
11/29/20252 min read


Los relatos del bollo: microcuentos de terror psicológico y drama fantástico sobre bordado, memoria y herencia.
Algo sobre mí.
Alejandra Valle (1997). Licenciada en Administración Escolar, docente de lengua y literatura, lectora. Escritora y bordadora por herencia maternal. Es cofundadora y tallerista de «La sociedad de la aguja», colectivo de talleres de bordado, crochet y bisutería. Colaboradora con intervención bordada con poemas de «El libro del carnero» y «Revolver» del escritor salvadoreño Josué Andrés Moz.
1.
Con la destreza digna de un mago, acomodaba la aguja desnuda entre sus labios mientras desenrollaba y cortaba la nueva madeja. Se la sacaba de la boca y procedía a enhebrar el nuevo color de hilo. Tenía demasiados años haciéndolo de este modo. Mientras cambiaba el hilo, un estornudo traicionero la atacó. Sin tiempo para reaccionar, aspiró la aguja en un silbido agudo. Quedó petrificada en su silla como si fuera un tiro al blanco enflechado a la perfección.
2.
Daba puntadas con facilidad a través de la tela, y sin el dedal para protegerse, en un movimiento inesperado la aguja se enterró por completo en la yema de su dedo índice. Observó su dedo con asombro. La aguja no le producía ningún dolor, solo un extraño entumecimiento. Un escalofrío recorrió su cuerpo, pero decidió dejarlo pasar.
A medida que pasaban los días, una extraña sensación comenzó a invadirla: pequeños pinchazos, como el de una aguja diminuta, la asaltaban en diferentes partes del cuerpo. A veces en el estómago, luego en una costilla, después en una oreja. El dolor era fugaz, por eso no hubo motivo para preocuparse, pero un día habría de matarla cuando la aguja encontrara un silencioso camino hacia su corazón.
3.
Ya lo había intentado antes, cuando su perro murió. Resguardó todo el pelo del animal y lo convirtió en un ovillo de lana. Esa fue su materia prima para tejer una mantita. Se arropaba con ella cada noche y ,curiosamente, roncaba justo como lo hacía su perro; a veces se enfriaba, como si fuera una nariz canina.
En una gaveta encontró el cabello de su madre, que había guardado al morir, y resolvió también convertirlo en un ovillo para tejer un enorme suéter. Al ponérselo, sintió la respiración de su madre y luego el latido de su corazón.
4.
Ella pidió el ataúd abierto para que su familia pudiera verla con mayor detalle antes de que regresara a la tierra, pero también para que sus nietos cumplieran su último deseo.
Se acercaron al féretro. Uno de ellos le abrió la boca, y de ella salieron cinco hebras de hilos de colores, como si se tratara de una serpentina de cumpleaños. Cada uno tomó una hebra de su color favorito, ella había pensado en todo. Se fueron a sus viviendas, tirando del hilo cuyo corazón se encontraba dentro de su abuela fallecida. Cada hebra tenía la longitud exacta hasta la dirección de sus casas y, curiosamente, también la medida precisa para que cada uno pudiera tejerse un suéter, tal como ella les había enseñado.


